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Dulzura natural de las uvas

Hasta hace un tiempo, hablar de azúcar en un vino era sinónimo de mala calidad. Sólo algunos prestigiosos del mundo, como el Oporto portugués o el Sauternes francés eran aceptados por los buenos paladares. Y tenían sus razones.
Pero hoy, cuando se habla de azúcar no se trata de un agregado, sino de la dulzura natural de las uvas que se cosechan en otoño. Con ellas se elaboran los “cosecha tardía”, vinos en los que se percibe la madurez de los frutos y adquieren sabor a miel. Con largo tiempo en barricas, el resultado es un color dorado intenso y un sabor muy dulce y concentrado, con un recuerdo de almendras que hace de contrapunto a la acidez que les alarga la vida.
El Sauternes francés pertenece a esta familia. Este vino, elaborado con Semillón y en menor medida con Chardonnay, nació en una pequeña región de Burdeos y su exponente máximo es el Chateux d’Yquem. 
En Italia hay mucho vino dulce. El Moscato di Pantelleria es uno de ellos.
En Argentina, uno de los pioneros fue Norton, que lo hizo con Chardonnay y obtuvo un vino frutal y fresco, mientras Rutini elaboraba uno tipo Sauternes. Luigi Bosca lo hace con uva Gewürztraminer. La Agrícola hizo el Santa Julia Chenin y también el Torrontés, y los Malamado, encabezados de Malbec y de Viognier. Cavas de Weinert tiene su Cosecha de Otoño de Sauvignon Blanc y Catena Zapata su Saint Felicien Semillón Doux, dulce natural. Trapiche tiene su Fond de Cave Tardive, Terrazas el Afincado, Navarro Correas el Alegoría... Y siguen las firmas.
Estos vinos se beben fríos, pero no helados (8 a 12°). Acompañan muy bien a los quesos azules, foie gras, carne de cerdo y postres futales. 

Fuente: Clarin.com

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